lunes, 20 de agosto de 2007

Comentario a Love Liza (Todd Louiso)

La tragedia tiene muchas formas de expresarse: el drama, el llanto, la locura, la ironía, la soledad. Sus consecuencias son de igual manera variadas. Las manifestaciones artísticas eligen siempre una forma específica, un mensaje, un sentido ante una determinada situación. Entonces por qué una obra como Love Liza trastoca estos espacios unicausales generados por la tragedia y nos hace creer que puede llevarnos por el camino dulce del arrepentimiento, del amor incondicional, de la esperanza cuando en realidad nos lleva por el amargo destino de una embriaguez desolada, de una muerte inacabable (la muerte de Liza), de destinos misteriosos y autodestructivos.

Las formas artísticas en la película dan paso a la locura, al llanto disimulado, a la pasión. Al principio podríamos creer que Wilson es una persona desequilibrada por el suicidio de su esposa, que su suegra también comparte cierto desequilibrio pero que pese a ello exalta las condiciones bondadosas de su ser (lo que le da cierto aire maternal) pero en realidad no se sabe nada de ambos. La vida misma es un complejo ejercicio de predicción. Los actores dramatizan esa complejidad haciéndonos creer la simplicidad de sus vidas, de las situaciones cuando en realidad esconden muchos misterios. No se tiene certeza de los personajes mas que de sus acciones concretas relegándose en estos el por qué.

Wilson y su suegra comparten este estilo de la película en cada uno de sus acciones. Wilson se abandona a una actividad ciega que debería ayudarlo en el proceso de olvidar a su esposa pero que poco a poco empieza a alterarlo. Si sumamos a eso la adicción de Wilson por la gasolina entonces estamos frente a un caso de depresión con manifestaciones de locura e irónicamente emoción por vivir la vida. Se asume que la vida es un juego debido a que ya nadie le otorga la importancia debida. El sentido pierde la cordura y es permitido todo. El amigo de Wilson excusa cada acción con la muerte reciente de Liza.

Pero esta actitud genera situaciones que trascienden la inocencia de un sujeto deprimido. La imagen de dos niños drogándose con gasolina es más que horrible. Las continuas explosiones de Wilson aparecen, en la forma, como un momento de locura pasajera, aceptable. Y es que así se va adaptando una situación tan horrible como afrontar la muerte de una esposa. La película es una constante embriaguez de la vida y sus tragedias. Las constantes inhalaciones de Wilson son justamente el combustible de la película en ese afán de mostrarnos un momento de triste locura.

El caso de la suegra es más que notable. Al final no se sabe debido a qué adquiere su semblante. La preocupación es expresada en formas que llevarían a desconfiar de sus buenas voluntades. Parece que estuviera enamorada de Wilson, que sintiera algo más que simple preocupación por su incierto destino. ¿Por qué hacía las cosas que hacía? Dormir en el piso, llevarse las cosas de la casa de Wilson para proteger una carta. Simplemente, por qué parecía que estaba involucrada más allá de lo sucedido. La última imagen que se registra de ella resalta esa embriaguez en la que ahogaba su pena, que en su caso, no era conocida pues no se notaba el recuerdo de su hija en sus gestos.

La última escena de Love Liza es más que prometedora. La representación de un supuesto suicidio, un acto de fatal coincidencia, la culminación del acto de locura (del proceso en todo caso) el susurro de un acto parecido al del suicidio de Liza, la representación de lo eterno. La locura es una representación más de lo eterno. Wilson camina por las calles desnudo, pero aquello no trasciende las formas de lo sagrado. La muerte encierra múltiples posibilidades en la película. Un final magistralmente dejado abierto condensa la idea de la película, el misterio y la extrañeza de un acto tan simple pero a la vez tan incomprensible. Es bello y horrible, es la muerte y la locura, ya que acaso podríamos llamar así a la vida: una interpretación de la locura de nuestras tragedias.

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