13 de agosto de 2007
Hoy fui al Cerro San Cristóbal para poder pensar a solas, me sentía muy mal por todo lo que había hecho el día anterior. Luego de reflexionar en muchas cosas y de advertir mis culpas y las causas que me obligaron a hacer lo que hice, me di cuenta que había sido bastante intelorante con la gente que me rodeaba y que la tolerancia que usualmente me propongo tener, implicaba un costo muy alto para mi tranquilidad. Yo mismo había hecho una prueba al tratar de convertirme en una persona tolerante, intentando olvidar muchas malas experiencias e intentando llevar a cabo un plan de vida equilibrado y optimista.
Incluir a los demás en mis valoraciones, darles un trato amable a pesar de la complejidad de la situación me fue mermando la capacidad de asquearme de algunas cosas, porque me obligaba inconcientemente a no asumir una parte de mí que existía y me pedía que le diera también un espacio. Me doy cuenta también que si no hubiera asumido un estilo de vida como el que llevo en el que me enajeno de mí mismo, no podría sentirme bien socialmente. ¿Es que acaso la esencia de la vida social es la propia enajenación del ser?
Ayer comprobé, con mi experiencia, cómo la civilización ejerce una represión constante al Eros (el instinto) propuesto por Freud, así también, cómo es que en este proceso se desarrolla el Tánatos (la fuerza de autodestrucción) y me di cuenta que mi Tánatos estaba muy presente en las cosas que hago.
Hoy fui al Cerro San Cristóbal para poder pensar a solas, me sentía muy mal por todo lo que había hecho el día anterior. Luego de reflexionar en muchas cosas y de advertir mis culpas y las causas que me obligaron a hacer lo que hice, me di cuenta que había sido bastante intelorante con la gente que me rodeaba y que la tolerancia que usualmente me propongo tener, implicaba un costo muy alto para mi tranquilidad. Yo mismo había hecho una prueba al tratar de convertirme en una persona tolerante, intentando olvidar muchas malas experiencias e intentando llevar a cabo un plan de vida equilibrado y optimista.
Incluir a los demás en mis valoraciones, darles un trato amable a pesar de la complejidad de la situación me fue mermando la capacidad de asquearme de algunas cosas, porque me obligaba inconcientemente a no asumir una parte de mí que existía y me pedía que le diera también un espacio. Me doy cuenta también que si no hubiera asumido un estilo de vida como el que llevo en el que me enajeno de mí mismo, no podría sentirme bien socialmente. ¿Es que acaso la esencia de la vida social es la propia enajenación del ser?
Ayer comprobé, con mi experiencia, cómo la civilización ejerce una represión constante al Eros (el instinto) propuesto por Freud, así también, cómo es que en este proceso se desarrolla el Tánatos (la fuerza de autodestrucción) y me di cuenta que mi Tánatos estaba muy presente en las cosas que hago.
Ahora que lo pienso mejor hay muchas personas en este mundo que reprimen las secuelas propias de una herencia no solo social, producto de una historia llena de derrotas y sufrimientos, sino sicológica que se alimenta con la discriminación y el prejuicio latente en muchas formas de comunicación del hombre. Una persona que no cuenta con los espacios suficientes para asumir una discriminación no solo étnica, cultural, económica sino de esencia como hombre, se ve forzado a asumir comportamientos dictados por las construcciones discursivas sociales autodestructivas que vejan su orgullo.
Un desempleado reprime su instinto de repuesta ante la discriminación alimentando su odio hacía sí mismo ya que la sociedad reprime la protesta. La sociedad recorta mecanismos de catarsis hacia una búsqueda de un trato justo, con mecanismos represivos. Para mí, el instinto del hombre por buscar una igualdad es parte de un instinto mayor que ha construido las diversas sociedades por las que ha transitado el ser humano. Esta forma especial de represión ideológica, moral y sicológica que se produce en la sociedad, se produce a través de mecanismos sutiles que confunden la dirección del crecimiento del Tánatos. Este Tánatos se proyecta hacia el hombre mismo, indivisible, ya que no solo se siente reprimido sino impotente por no encontrar la causa última de su represión y busca su propia autodestrucción.
La civilización entonces buscaría que las personas asuman comportamientos vergonzantes a través del conformismo y el aletargamiento ante una situación concreta. ¿Ésa es la causa de los suicidios en este país? La civilización entonces no sería una parte natural del desarrollo de la sociedad sino una sistematización de las fuerzas individualistas presentes en cada uno de nosotros creadas en un contexto propio como el capitalismo.
Necesitamos examinarnos internamente, la causa principal de la desgracia del hombre es que su juicio y sus razonamientos no le sirven para ponerse de acuerdo y establecer una forma para salir de esta situación tan lamentable porque vive inmerso en una lógica externa a él, que quizá no comprende pero que hace que desarrolle una subjetividad que a su vez establece las bases morales para el mantenimiento de este orden. El hombre ya no conversa consigo mismo, vive preocupado por cuestiones simbólicas propias de su universo como el poder y el dinero. El hombre ya no se examina, no se da un tiempo porque está buscando cómo sobrevivir al día siguiente y cómo seguir vivo luego de tanta explotación.
Aquel día, luego de aquella meditación en el Cerro San Cristóbal pude encontrar algunas maneras de salir de esta depresión, me sirvió mucho conversar conmigo mismo, quizá eso le falte ahora a la humanidad, pero aun esta idea debe pisar tierra.
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