miércoles, 25 de marzo de 2009

La TETA que perdió el miedo


La teta asustada narra la historia de Fausta, una joven migrante que llega a Lima con su madre como consecuencia de la guerra interna que vivió el Perú en las dos últimas décadas del siglo XX. Su historia es la historia de muchas personas que vivieron una constante violación de sus derechos por parte de miembros de los bandos enfrentados. En el caso de Fausta ella nació luego de que su madre fuera violada por los militares lo cual, en la lógica de los personajes de la película, nos plantea que creció con la teta asustada, que es la forma de describir el hecho de que su madre le haya transmitido el miedo a través de la leche materna. Este miedo se expresa de muchas formas en Fausta, siendo una de los principales el haberse colocado intencionalmente una papa en la vagina como forma de protección ante una posible violación. Otro acto que refleja este miedo a la violencia es el hecho de no poder movilizarse sola y de depender de una familia, la de sus tíos y primos, que la acoge junto a su madre.

El móvil de la película es la muerte de la madre de Fausta, quien luego de haberla protegido de la violencia terrorista fallece finalmente en Lima, en casa de sus tíos. Este hecho va a generar un conflicto de sentido y de pertenencia en Fausta, quien al ver que uno de los principales elementos (su madre) que la une al espacio en el cual se desenvuelve en ese momento (la ciudad), se aleja y la deja sola, pierde la noción de posteridad y de arraigo en ese espacio. La ciudad no representa para ella una oportunidad para involucrarse con el “desarrollo” y la “modernidad”, que quizá sí representa para el resto de su familia. La ciudad representaría para Fausta solo un espacio transitorio de refugio en el cual transcurre una existencia por demás atada a una tradición arrancada de su propio pueblo. La persistencia del uso del quechua, como elemento de su actitud lingüística, nos demuestra que, aún en las condiciones urbanas en la que se desenvuelve, su imaginario y su sentido de posteridad se encuentran enlazados a otro tiempo y a otro espacio. La necesidad de enterrar a la madre en su pueblo natal es la necesidad de no traicionar ese imaginario y esa tradición. Significa así también cobrar aquella deuda contraída con un pasado que la condena y la limita.

La permanencia del cuerpo inerte es la permanencia de la tradición y la memoria. En la película el cuerpo pasa por un estado casi surrealista de no acceder a las leyes de la biología ni de la sociedad. El cuerpo no apesta ni se descompone, permanece intacto luego de todo el tiempo que transcurre entre el fallecimiento y el viaje. El hecho de no haber pasado por los trámites formales y la debida evaluación de las causas de la muerte nos hace pensar que estamos ante una figura casi etérea que se convierte en una excusa casi mágica en la película. Esto lo observamos en un momento de la película en el cual se ofrece un claro contraste entre el cuerpo y el vestido de novia: dos figuras simbólicas entre un inicio y un fin. Pese a ello el cuerpo es el último vestigio de aquello que nos perteneció, de aquello que es tangible y tarda en desaparecer. Es nuestro último bien sobre el cual tenemos el derecho de decidir qué hacer. Es por eso que esta figura representa aquello que se perdió en el tránsito del campo a la ciudad y aquello que aun queda marcado en la piel de la memoria. El retorno simboliza aquel encuentro con una posible raíz o con aquel pasado imaginado. Para Fausta es un vivir en aquel mundo del que solo tiene una versión y un vestigio y del cual no pudo gozar desde un inicio.

La película transcurre en medio de un encuentro entre cosmovisión andina y modernidad. Juan Ansión
[1] nos dice que existe una concepción de la modernidad en países como el Perú construida en función de la necesidad de reconocimientos negados por la sociedad, tales como el acceso a servicios básicos y a la tecnología. Esto va a generar que las nuevas generaciones busquen identificarse con marcas y estilos ajenos en su cotidianeidad lo cual les permitiría adquirir cierto reconocimiento social. En el caso de la película esta necesidad de reconocimiento, así como la persistencia de la tradición se van a reproducir en la boda. Mientras que para la joven que se casa este acontecimiento se presenta como la oportunidad para equipararse a figuras simbólicamente reconocidas por su generación, para la familia es la oportunidad del encuentro, de la celebración y el revivir costumbres. La película narra esta hibridación entre figuras cosmopolitas y andinas. Sin embargo este encuentro no es conflictivo, todo lo contrario, permite la complementariedad y armonía entre figuras.

El análisis hasta aquí realizado habla de una descripción de una Lima construida en base a presentes y pasados arrastrados, sin una culminación clara ni una orientación particular de entrelazamiento. Una Lima que emerge de aquello que es inpronosticable e incierto. La tradición se mezcla con el ideal de modernidad de la forma más natural y conviven sin descartarse uno del otro. La historia se convierte en un acto solemne con el que hay que cumplir por respeto a nuestros antepasados pero no permite que esto se convierta en traba para una construcción de una posteridad clara y venturosa.

La teta asustada es una película muy bien lograda con un argumento sencillo y con una capacidad para reflejar diversos imaginarios bastante notable. El rescate del quechua, aparte de ser un recurso de la historia para denotar un lazo con la tradición, representa una actitud ciudadana bastante loable en la directora. La musicalización del quechua es parte de la representación de aquella cosmovisión andina de la transmisión oral de la historia, así como parte de la práctica anónima del arte. Muchas de la letras son inventadas en el momento por Fausta. La música se convierte en el instrumento de la representación y de adecuación a la realidad. Es una comunicación interpersonal como intrapersonal que mantiene cierto estilo y código. Es por eso que cuando la patrona de Fausta le pide que repita los cantos ella lo encuentra hasta cierto punto extraño porque descontextualiza su sentido primigenio, su valor. Esto se exacerba cuando es musicalizado para un auditorio que va a descontextualizar aun más el sentido de su arte.

En un contexto político proclive al olvido esta película se presenta como una nueva práctica de proponer agendas, de reconocer imaginarios y de visibilizar voces comprometedoras. En comparación con Madeinusa, opera prima de Claudia Llosa, puedo decir que esta vez no hubo una utilización exagerada del hecho, ni de la cosmovisión andina. Presenta cada una de las voces en sintonía con la demanda del contexto. Es una historia cotidiana, de contrastes y de adecuación de contrastes. Muy buena.
[1] Ansión Juan. El diálogo intercultural, clave del desarrollo planetario. En Ciudadanías inconclusas. PUCP, GTZ. Lima, 2003

1 comentario:

Martin Balbuena dijo...

Buena lectura de la Teta. Te encontré en shock después de verla.
:P Yo la vi unos días después.
En mi opinión tiene tres momentos sublimes, dos de ellos muy ligados a la música y el último a una excelente toma. El inicio en negro con tan solo el canto de su madre a punto de morir/Fausta caminando por el pasillo que da a la habitación de su patrona, para luego soltarle una melodía entre lágrimas/Las dunas del sur y la figura de Fausta llevando en hombros el fardo de su madre hacia el mar.
Excelente película.
Saludos Camarada...